La tarde era bien madrileña, de esas frías y con sol, de árboles desnudos y siestas de febrero. Recién arrancada, un rumor, de esos que casi toman formas de serpiente que zigzaguea por las calles, fue de boca en boca en el barrio de Salamanca: ETA, disfrazada de Guardias Civiles ha tomado el Congreso. Fueron minutos que se prolongaron y hasta entraron en detalles inventados que a cada contagio se adornaba con una nueva cepa mutada en la experiencia de lo propio. Porque con la distancia, muchas veces se desconoce que aquellos mayores a punto de jubilarse o quienes tiraban migas de pan a las palomas, tenían presentes otros hechos en sus memorias. La radio y el mostacho de Tejero, ya mediático por la intentona de desarrollar un golpe en la cafetería Galaxia, fue contundente. No era ETA, de virulencia descontrolada por aquellos años tras la orfandad de los Polis y definitivamente Milis.
Acuartelados por falta de cintura en la fuga, apenas unos minutos evitaron la escapada, tras la Plaza Roma en el Parque de Automóviles de la Armada, la incertidumbre fue ganando espacio conforme la noche caía. La orden llegó a las ocho de la noche: cargar todos los vehículos con combustible y cambiar las matriculas de Fuerzas Navales, nada menos que FN, las siglas de los antepasados de Vox que festejaban por anticipado los hechos. Los infantes de marina, metralleta en mano, retuvieron al pobre empleado del surtidor cerca de la Fuente del Berro hasta que el último de los vehículos llenó su panza.
Mientras los tanques no salieron en Valencia, la espera se fumaba. Cuando hicieron temblar las calles a la vera del Turia, el panorama cambió. La Armada, la primera en beneficiarse de la renovación de armamento con el plan de fragatas y corbetas, además de su tradicional predisposición en despreciar al ejercito, tomó postura. Por la radio, en mensajes cifrados que el comandante puteaba porque nunca se había planteado desempolvar, supo que la flota de Cartagena se había apostado frente a Valencia. Por su capacidad de tiro, aunque parezca mentira había una sensación de jactancia, podía arrasar a aquellos obsoletos tanques. Bien, entonces la Armada no acompañaba. Entonces, más tensión. La noche se llenaron de planes. Los veteranos funcionarios civiles, también acuartelados, contaban anécdotas de fusiles yacientes en el suelo cuando estalló la Guerra Civil. Nada de heroicidades. La fuga era la opción de los corrillos. Unos para Francia. Error decían otros. Esa es la lógica. Mejor hacia Portugal que nadie la espera. Y ni en pedo con armas. Los choferes llevan a muchos militares que ocupan muchos y variados destinos y, por ello, escuchan muchas conversaciones, conocen algunos detalles. En aquel cuartel, lo único que se esperaba, ya que el rey no daba señales de vida, era el pronunciamiento de Estados Unidos que, no era menor con sus múltiples bases, en el tablero de Guerra Fría y una recién estrenada administración con Ronald Reagan (creo que Carter no habría perdido ni un minuto en oponerse a la intentona), famoso por sus westerns.
Al final, se anunció que el rey hablaría por televisión. Todos a la cantina a escucharlo. Había una sensación inquietante. El tiempo lo ha librado de la justa mirada y creo que también supo que todo era posible. En un caso tan excepcional, uno espera la compulsiva postura de ser o estar en contra. Es un grito de libertad impulsivo, incontinente, claro y alto frente al cálculo, a la espera. Y aquella España, sabía gritarla con fuerza. Cuando al fin salió y mostró su postura, hubo gritos y aplausos en la cantina. “Ya era hora”, se me escapó y un brigada, siempre brigada, me miró y amenazante me reto a callar so pena de 6 meses de presidio. Bueno. Les despistaba que operase en la radio y ser uruguayo. No fue a más. Y hasta se acallaron todo lo acaecido en esas 7 horas de silencio público, presentando una imagen que algunos creyeron que era necesaria. Siempre he creído que el rey jugó a caballo ganador. Se verá cuando al final se desclasifiquen muchos documentos. Hoy está su hijo y se cumplen 40 años (cifra maldita de la reciente historia española). Los transistores resisten el paso del tiempo aunque todo vaya por redes sociales. Y sí, se ha avanzado, pero también han vuelto a las instituciones aquellas matrículas FN, hoy legalizadas como Vox. Las democracias laten en conjunto y no deberían esperar a una emisión por televisión un ya 24F. Siete horas fueron muchas esperando al rey.