El matón del barrio

Desconozco el grado de conocimiento de los matones y con ello la temperatura de cada uno sobre la aceptación tolerancia desidia aplauso y por el contrario el repulso intolerancia beligerancia bronca ante esta figura que nos acompaña desde vaya uno a saber, pero seguramente antes del neolítico aunque el asunto de vivir con el límite territorial lo consagró. El barrio.

Sin embargo, quizás haya sido la escuela donde residen nuestros primeros recuerdos de sus accionares, sin quizás porque nuestra memoria de sociabilización independiente tiene olor a tiza y regla, a perfumes a lágrimas salinas a las lápices y gomas. Y por supuesto a amistad y a enfrentamiento. La escuela del barrio fue nuestra primera república independiente, una cosmogonía que nos habita. En cada salón existía, he de pensar que hoy siguen existiendo si no el mundo sería otro, el matón que bien por tamaño, por hastío, por prepotencia arrastrada de su entorno familiar, bien por lo contrario, por algo complejo no identificado imponía sus condiciones a los demás, que respondían con la sumisión el silencio la apatía y a quienes les tocase, con una piña. De arriba abajo, de sexto grado a primero, los matones tenían sus reglas y no se pisaban la cola en las puertas de la escuela y en los recreos y hasta se apoyaban cuando salían a enfrentarlos. Porque, por supuesto, los matones no ganaban siempre. Y lloraban. Y buscaban razones para tal osadía.

El barrio.

Educados en su presencia crecíamos. Establecidas las alianzas con iguales, peleando las esquinas, los cuadros, las minas ya estábamos más o menos listos para deambular por el mundo aunque no nos gustasen esos personajes. Así toleramos toda la mierda que cada mañana nos mateamos con las noticias de matones, de profesión matones, criados como matones y que hasta su muerte lo serán. Es lo que me provoca el actual gobierno de Israel liderado por el matón y corrupto, Benjamín Netanyahu. Los cuarenta mil muertos hasta hoy, las fichas siguen cayendo en Gaza, se contraponen con su sonrisa de canchero de bacán, las conocidas de un genocida que se sabe inmune, qué da asco, aunque en el barrio muchos miren con aceptación tolerancia desidia o aplauso. Veremos si alguien, como en la escuela, lo manda a llorar a cuartito. Veremos. No tiene pinta. Pero el matón del barrio, también se oxida.

Publicado por

carlosdeus

Periodista independiente

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