Sin los pies en la tierra

Ayer, después de una mañana linda con su hija en un sitio horrible que, sin embargo un par de veces al año visita para comprar reponer bichear, Ventura recibió un mensaje de ella escueto: “papá, en septiembre viene Héctor, el hijo de Nieves (también de Baldomero, pero su fuente de información lo ignora porque aquel loco bajito de sonrisa amplia y generosa trabajaba por la noche en un hotel de Avenida de Mayor y su fuente, que Ventura conoce bien, lo ha borrado de su memoria infantil, sacándolo de la épica familiar y vaya uno a saber piensa Ventura aunque sepa el por qué)”. Y con su habilidad de internauta le retruca: “¡y quiere verte!”. Ventura contesta con un lacónico bárbaro. ¡! Sin texto, como sí fuese que los muertos se levantasen desde la tumba de la memoria tras 50 años, como si su teoría laicista se hiciese mierda y a los 50 años resucitase, como si Linterna Verde saltase del papel a la vida con ese mensaje. Otra vez, por suerte o no, sí por suerte por qué, al fin y al cabo, la vida compartida en breves instantes fue-la recuerda-la ha soñado-rememorada-idealiza-reído parte de su existir. Héctor fue el primo mayor, el porteño, el que me hizo hincha de San Lorenzo a contracorriente de todos (a la mierda Racing, Boca, River, Ferrocarril Oeste y Argentinos Junior, el cuadro del viejo que pintaba bien en la largada, pero no fue) y sólo porque era el suyo, el de fútbol entre gurises en la calle Lanza de su Nueva Pompeya, barrio popular donde Héctor, así lo veía Ventura, era el más popular el más jodón el más simpático, el más. O así lo recuerda Ventura hasta que se murió, aunque no sabe quién lo hizo primero. Resucitar para los migrantes no es fácil, no son tres días y a bailar otra milonga, pero está bueno porque limpiamos nuestras miserias o grandezas que son tan efímeras y nimias que, bueno, te sacan los pies de la tierra.

Publicado por

carlosdeus

Periodista independiente

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