Apátrida

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Nació en un territorio que desconocería. Creció entre historias babélicas que se humedecían en sus oídos. Besó acentos de sabores curiosos, inquietantes, conocidos, abrazó pieles de fragancias y texturas subyugantes y se dejó arrastrar por el río como un camalote errante que se pierde en el océano, naciendo una y otra vez sin alcanzar nunca la muerte. Vivió acumulando caricias y golpes a la par, perfumes salobres, relatos de más allá del horizonte. Nació una y otra vez, y otra vez, y otra vez sin alcanzar la muerte. Sólo una vez creyó encontrar una patria en el cuerpo mestizo de una mujer, también sin tierra. Sólo una vez. Fue un espejísmo. Y en ese momento, empezó a morir. Apátrida, lleno de orillas.

Publicado por

carlosdeus

Periodista independiente

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