Los guías, a paraguazos

Ya sé que mis gurises no son bellezas cegadoras ni que se atan a una farola para pedir por un mundo mejor, que probablemente a Georgia no la sitúen en el mapa y que su prehistoria esté llena de dinosaurios merendándose neandertales y por esas cosas vendrían a ser como los antiguos holandeses. Lo sé, pero si me preguntas, te digo que son buena gente, que les duele las miserias de otros, que han manoteado tiempos difíciles de esos que nunca se terminan porque son como un tren de borrascas sin nombre pero igualmente de largo recorrido. Y hasta puedo aburrir hablando de ellos, de sus emociones y su actitudes.

Ya sé que el río-mar es marrón y aunque no se vea la otra orilla nunca será océano de aguas turquesas. Lo sé, pero si me preguntas, te digo que el lodo en suspensión es riqueza y fertilidad, que viene acumulando miles de kilómetros desde esa Amazonía siempre en peligro como el teatro, que trae bichos paisajes e historia, que en febrero sus aguas son verdes y que a los navegantes de antaño los confundía con sus atardeceres de plata, entre salinos y dulces, entre voraces y correntosos. Y hasta puedo aburrir con rayos verdes, camalotes, pingüinos y sudestadas insolentes.

Ya sé que la ciudad vieja de A Coruña es apéndice de la actual ciudad, una vieja ciudad vieja con carencias, sin palacios y con las piedras como dentadura de viejo, pero es. Y desde verano (y hoy volví a escuchar la explicación y me rompió las pelotas), los guías del paraguas se hacen unas monedas mostrándola con mucha actitud y poco criterio ante 20, 30 o 40 turistas que eligieron vacacionar en esta esquina de la península ibérica. Situados para el recorrido, el guía avisa: “no esperen encontrar un Toledo o Santiago de Compostela con sus palacios y grandiosa arquitectura”. Lo sé, pero si me preguntas por qué me volví un turista nabo, te digo que vengo buscando otra cosa, la ciudad que inevitablemente fue portuaria, la de gremios, la que embarcaba sueños para otros destinos, la que fue modestamente judía, la de los rincones, la empecinada frente a los vientos del nordeste, la de jardines sobre la bahía, el puerto medieval donde desembarcaban los peregrinos del norte, las aventuras y desventuras de Cornide o Malaspina, su pasado de puerto negrero, la huida británica…. A ver muchachos y muchachas de paraguas, si quisiera un Toledo me hubiese ido a un Toledo y si estoy acá, no es para que me pinches el globo de una decisión. No sé si te lo explican en la carrera de guía… A paraguazos habría que correrlos por sentirse molestos con la modestia de ciudad vieja que les tocó mostrar y que por incapacidad o desidia, ni les interesa ni le buscan la vuelta a la mirada y a las historias que como en cualquier lugar, existen. Y todo tiene una mirada, creo.

Publicado por

carlosdeus

Periodista independiente

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