Política em nome de Deus

Allá por los 90, practicaba mi particular chill out con un trago y alguna radio evangelista que reponía sus retransmisiones radiales desde un cine de 18 de Julio. Una verdadera escuela aunque primero hay que cansarse intentando un mejor plan, tomarse el río (solo o con hielo), fumarse y llegar a un apartamento vacío con dolor de patas. Rendidos, solo cabía esperar que el pastor de turno hablese de la voluntad de Deus, que todo lo ve y todo lo siente y si no lo ve será por algo, para que empezasen los milagros de turno, la venta de aceite y agua bendita y las parafernalias del rito. Recuerdo una vez que convocado al escenario un feligrés contaba que habiendo perdido una pierna en un accidente de aserradero y tras pedirle a Deus con fervor y devoción (y comprando los productos de esa iglesia) en una noche le había crecido una pierna nueva (al ser radiofónica mi escucha, tuve que imaginarme aquella pierna neonata peluda con alguna cicatriz porque seguramente era de segunda mano [los pobres no podemos pedir una pierna modelo Cassius Clay so pena de ser considerado un pecado de avaricia], siendo mostrada a los creyentes de la platea del templo y estos, extasiados, gritando ¡Aleluya!, ¡Aleluya!, ¡Aleluya!). Lo recuerdo porque esos golpes de efecto no eran habituales como mis madrugadas fracasadas llenas de invidentes que recuperaban la vista, paralíticos que se levantaban y caminaban o madres felices porque sus hijos diablos de nacimiento, una vez reconvertidos, habían conseguido trabajo en una fábrica de fideos o galletas (Deus, supongo que provee y es más proclive a estos rubros de alimentación que a la tornillería o mecanizados). Relatos que erróneamente creía síncopados por los “amén” que los interrumpían en cada párrafo sin caer que al fin y al cabo era la previa de unos de sus himnos rituales que, a mi entender, no funcionaban en la radio (la imagen después los potenció porque si bien la música era para el directo en sala, aquellas caras eran “un puema” que decía doña Petrona C. De Gandulfo al referirse a las recetas en su programa de cocina televisado). Sin embargo, la música funcionaba. Siempre ha funcionado a la hora de evangelizar. Lo descubrieron los franciscanos en el XVI y perfeccionaron los jesuitas que hasta para algunos inventaron el barroco guaraní (los pueblos originarios tocando y cantando en castellano, italiano o alemán, otro puema). Ahora los evangélicos le pegan a todos los ritmos blancos porque con Deuses africanos prefieren no entrar salvo en eso del góspel estadounidense.

Esto que aconteció en Brasil con el reclamo de un golpe de estado por parte de los nazis locales y las iglesias evangélicas no reconociendo el resultado electoral de Lula tiene mala pinta y más, cuando Edir Macedo, fundador de la Iglesia Universal y del Partido Republicano Brasileño (apoyó a Jair Bolsonaro), condenado por «charlataneria», fraude y lavados de activos y investigado internacionalmente por delitos económicos, dice: “Voy a seguir con mi vida, porque no dependo del presidente, gobernador o alcalde. Yo dependo de Deus”.

Hace más de 50 años, cuando los evangélicos estadounidenses se abrían paso en el continente, Leonel Brizola (1922-2004), fundador del PDT, gobernador de Río Grande do Sul y Río de Janeiro, aventuró: «Se os evangélicos entrarem na política, o Brasil irá para o fundo do poço. O país retrocederá vergonhosamente e matarão em nome de Deus.» Ya están, no son una broma recordada, están armados, salieron del cine e invadieron las calles para gobernar em nome de Deus. Mal asunto, lo tiene complicado Lula. Lo tenemos todos porque ese Deus no tiene fronteras y no hay Deus bueno, lo digo por experiencia.

Publicado por

carlosdeus

Periodista independiente

Deja un comentario